Pérdida gestacional y perinatal

Para abordar el tema de la muerte gestacional o perinatal creemos de gran importancia y como primer paso romper el silencio, que deje de ser un tema tabú.

“Abordar la muerte perinatal o neonatal nos exige el reto de reconocer en ella al hijo o hija que se ha perdido y ser testigos de la herida que produce en  sus madres y padres”.

Es necesario reconocer que lo que ha sucedido es una muerte, la pérdida de un hijo o hija que no llegó a vivir o lo hizo por muy poquito tiempo; y por ende se acompaña de un duelo; no se trata de un problema a resolver, hay que transitarlo. 

Muchas veces quienes estamos cerca de una familia que ha sufrido una pérdida gestacional o perinatal nos cuesta comprender por lo que están pasando y podemos querer acompañar pero no saber cómo. Este no saber cómo genera que muchas veces evitemos tocar el tema o que recurramos a frases hechas que no habilitan una escucha real y pueden contribuir al aislamiento de quienes están padeciendo.

Podemos tender a minimizar la situación,“dar ánimos” o hablar de un futuro prometedor cuando en realidad lo que se necesita es que estemos disponibles, sin evadir la situación para que puedan recurrir a nosotros cuando así lo deseen; y más que palabras, muchas veces es preferible un silencio empático.

También puede suceder que desde afuera se “evalúe” el dolor en función del tiempo que duró el vínculo entre esos padres y su hijo/a, asumiendo que si el tiempo fue menor también lo será el dolor y que debido a la falta de recuerdos no habrá duelo.

Sin embargo, desde que se recibe la noticia y se desea ese embarazo, se gesta con él la ilusión, un proyecto, la vida. En la muerte gestacional y perinatal la pérdida se centra  en el futuro, en lo que pudo ser y no fue; y solo cada uno de nosotros en su fuero más íntimo conoce de una forma singular ese dolor.  Por lo tanto, independientemente de la etapa de desarrollo de ese embarazo, cuando ocurre la pérdida, se desencadena el duelo en esos padres.

El duelo es el proceso psicológico que se pone en marcha frente a la muerte de un ser querido, nos permite elaborar la pérdida, “digerir” el dolor. No se trata de olvidar lo sucedido sino de integrar la pérdida y seguir viviendo; entendiendo a la muerte como parte de la vida. No hay un tiempo establecido para el duelo y sobre todo no tiene relación con la duración del vínculo con quien ha partido. Hay que elaborar el significado de esa vida no vivida.

Minimizar el vínculo que se estableció con ese hijo/a o lo que significa esa pérdida para esos padres, desautoriza la posibilidad de hacer el duelo y suele propiciar el aislamiento. 

Es entonces de suma importancia validar el dolor de esa familia, respetar sus decisiones, creencias, darles tiempo, no recurrir a muletillas por no saber qué decir; simples frases como “ Lo siento mucho”, “Estoy aquí para tí”, “¿Cómo estás?” o hasta “No tengo palabras para decirte” pueden hacer sentir a quienes están sufriendo más comprendidos y acompañados.

Hay muchísimo dolor en una pérdida de este tipo, no nos silenciemos, hagamos visible este tema y no sumemos más dolor al dolor.

Acompañamiento desde los servicios de salud

La muerte gestacional o perinatal se trata de una situación de crisis abrupta, de ruptura en la vida de esa pareja, familia. Es esperable un estado de shock inicial, por lo que es necesario ir paso a paso, dar tiempo para pensar y sentir.

La sensación de irrealidad que acompaña a los padres los primeros días lleva a repasar el acontecimiento una y otra vez. Por eso los primeros momentos luego de recibir la noticia son muy importantes, debemos generar conciencia sobre esto para no agregar más dolor al dolor inevitable.

El personal de salud también se ve afectado y muchas veces no cuenta con las herramientas para abordar la situación.  Se los prepara mayormente para curar, salvar vidas, no necesariamente para abordar la muerte. Puede suceder que por falta de herramientas y por lo doloroso de la situación se recurra a la evitación. A veces con las mejores intenciones se quiere minimizar o consolar y esto produce mayor daño.

Debemos entonces ser muy cuidadosos con la comunicación, teniendo en cuenta que esta no se trata solamente de lo que digo sino también del tono y del lenguaje corporal que acompaña a las palabras. “Lo siento, no sé qué decir” son opciones válidas.

El silencio puede también ser una buena compañía, estando disponibles para escuchar a quienes acaban de sufrir la pérdida. Se trata de un silencio empático donde muchas veces las palabras sobran. Aunque la situación es muy dolorosa y puede haber un impulso de evitarla, es importante estar, ofrecer contención y sostener lo que hemos ofrecido.

Asimismo validar el sentir de los dolientes, darle el lugar legítimo que tiene, favorece el proceso de duelo y el sentirse comprendidos. Para esto referirse al bebé como hijo/a o llamarlo por su nombre es importante.

Es necesario brindar información clara y de forma dosificada. Los padres en un inicio necesitan intentar comprender qué fue lo que pasó y brindarles información clara contribuye a aceptar la realidad de la pérdida. 

Es necesario que se hable tanto con la madre como con el padre, del mismo modo, ambos sufrieron una pérdida. 

Que estos padres sean informados de los pasos a seguir luego de irse para su casa es necesario así como lo es el que sean informados sobre el proceso de duelo y las posibilidades de atención que existen.

Es necesaria la informaciòn sobre el tipo de nacimiento, tiempo y ceremonias de despedida, así como informar sobre la inhibición de la lactancia y el puerperio que existe de todas formas.

Este puerperio conlleva un mayor riesgo de psicopatología materna por lo que es de suma importancia el acompañamiento y seguimiento desde el centro de salud.

Desde que se recibe la noticia, todas las intervenciones podrán obstaculizar o favorecer el proceso de duelo. Sin embargo, acompañar a las familias y gestionar las propias emociones frente a un acontecimiento tan doloroso requiere de disponibilidad afectiva por parte del personal de salud. Por consiguiente, es igualmente necesario cuidar de quienes cuidan, que el personal sanitario cuente con espacios de formación y contención y que se lleven adelante prácticas que los cuiden.

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